Sólo un beso (Ae Fond Kiss)
Miércoles 16 y Jueves 17 de Noviembre/2005
Sala Avenida/Jaraíz
21:00 Horas
DIRECTOR
Ken Loach
GUIÓN: Paul Laverty
MÚSICA: George Fenton
FOTOGRAFÍA: Barry Ackroyd
REPARTO: Atta Yaqub, Eva Birthistle, Ahmad Riaz, Shamshad Akhtar, Shabana Bakhsh, Ghizala Avan, Gary Lewis, David McKay, Raymond Mearns
GÉNERO: Romance. Drama | Drama romántico. Religión. Inmigración
DURACIÓN: 104 Min.
PAÍS: Reino Unido
SINOPSIS
Casim (Atta Yaqub), un joven escocés de origen paquistaní, es un DJ que sueña con abrir un club con su mejor amigo. Sus padres, que emigraron al Reino Unido en los años sesenta, tienen en Glasgow una tienda de comestibles y prensa. Siguiendo la tradición musulmana, han decidido que Casim se case con su prima Jasmine. Casim tiene dos hermanas: Rucksana, la mayor, está prometida a un un joven del agrado de sus padres. Tahara, la pequeña, de carácter rebelde, está terminando sus estudios en un instituto católico, donde Roisin (Eva Birthistle) es su profesora de música. Cuando Casim y Roisin se conocen, se sienten atraídos, pero mantienen su relación en secreto, pues las diferencias religiosas y culturales son un obstáculo insalvable para la familia de Casim.
Tal como éramos
¿Quién es quién?
Kenneth Loach (Nuneaton, 17 de junio de 1936), más conocido como Ken Loach, es un director de televisión y director de cine británico, conocido por su estilo de realismo social y temática socialista ligados a su militancia trotskista.
Loach, en cuyas películas muchos creen ver algo así como un "grado cero de la escritura cinematográfica o escritura fría", es dueño de un estilo depurado y sintético y heredero inequívoco de las principales tendencias del cine realista de Europa y, en mayor medida, del cine independiente, que se caraterizaba por su realismo, su inconformismo social, su crítica a la burguesía y a la sociedad, y su acercamiento a los seres anónimos de ésta, así como por su sentido del humor.
Ken Loach, al igual que sus antecesores, denuncia los traumas que ocasiona en los seres humanos la vida en las ciudades industriales a pesar de los avances tecnológicos, y con sus historias sacude las conciencias de la sociedad contemporánea con el fin de mejorar sustancialmente las condiciones de la clase trabajadora (poniendo de ejemplo lo que mejor conoce: las injusticias que sufren las clases menos favorecidas en la sociedad británica).
Fue el director con el que el Cineclub El Gallinero inició su andadura, en Febrero del 2002, con La cuadrilla, a la que siguió Felices dieciseis (Sixteen sweet)
Y me parece a mi
Disparar besos. La última revolución posible
Disparar besos. La última revolución posible
Los hay que, en su infinita inocencia,
llegan a considerar que aquellas cosas que se han superado alguna vez ya
no vuelven a suceder. Por ejemplo, si conocen el caso de un senegalés
que se casó con una sueca, y fueron felices y comieron perdices, dan por
seguro que las uniones interraciales son ya perfectamente naturales y
aceptadas por todos, o si estudiaron el éxito de una huelga obrera
consideran que los derechos ganados quedan escritos en piedra por toda
la eternidad. ¡Ojalá!, por desgracia los avances en libertades y
justicia social hay que seguir apuntalándolos día a día, porque el
enemigo es muy poderoso y lo que cuesta mucho ganar, en cuanto nos
descuidamos podemos darlo por perdido.
El comentario anterior viene al hilo de algunas reflexiones que provoca la película de Ken Loach que hablan de exageración o de historia "viejuna" sin vigencia en los albores del siglo XXI. ¿En qué mundo viven estos pensadores piernicortos? ¿Cómo pueden haberles hecho creer que esta modernidad digital y globalizada ha sepultado los sentimientos racistas, clasistas e inquisitoriales del medievalismo religioso? ¡Claro que los amores entre una cristiana y un musulmán siguen siendo una bomba, aunque sea dentro de una comunidad tan plural como la del Reino Unido!
Las razones por las que costumbres y culturas decadentes siguen imponiendo relaciones antinaturales, y no solo me estoy refiriendo a los pakistaníes, hay que buscarlas en el afán de salvaguarda de unos valores que, esos sí, están más que caducados:
- Por un lado quienes fabrican guetos y fronteras para no contaminarse, mientras predican desde el púlpito electoralista que su mayor logro y riqueza es la multiculturalidad (lo suelen decir, sin rubor, cuando rinden honores a un genio o campeón olímpico, aunque no tenga ocho apellidos flemáticos)
- Por otro quienes pretenden que sus hijos, nacidos en el país, no se integren y sigan viviendo como lo hacían sus abuelos, allende los mares, en aquellos territorios de los que fueron expulsados por falta de pan, aunque justo es reconocer que muchos de esos chuscos se los llevaron los invasores, también llamados colonizadores.
Muchos besos van a hacer falta para dinamitar el monolitismo religioso que dificulta en exceso que crezcan a su sombra conceptos como el amor y la tolerancia.
La acusación tópica y gratuita en cuanto al maniqueísmo de Loach queda desmontada, una vez más, en este complejo romance. El director se limita a exponer la situación y es el espectador el que toma parte o se mantiene al margen, porque todos los personajes tienen sus razones, no solo para acertar, también para equivocarse.
El comentario anterior viene al hilo de algunas reflexiones que provoca la película de Ken Loach que hablan de exageración o de historia "viejuna" sin vigencia en los albores del siglo XXI. ¿En qué mundo viven estos pensadores piernicortos? ¿Cómo pueden haberles hecho creer que esta modernidad digital y globalizada ha sepultado los sentimientos racistas, clasistas e inquisitoriales del medievalismo religioso? ¡Claro que los amores entre una cristiana y un musulmán siguen siendo una bomba, aunque sea dentro de una comunidad tan plural como la del Reino Unido!
Las razones por las que costumbres y culturas decadentes siguen imponiendo relaciones antinaturales, y no solo me estoy refiriendo a los pakistaníes, hay que buscarlas en el afán de salvaguarda de unos valores que, esos sí, están más que caducados:
- Por un lado quienes fabrican guetos y fronteras para no contaminarse, mientras predican desde el púlpito electoralista que su mayor logro y riqueza es la multiculturalidad (lo suelen decir, sin rubor, cuando rinden honores a un genio o campeón olímpico, aunque no tenga ocho apellidos flemáticos)
- Por otro quienes pretenden que sus hijos, nacidos en el país, no se integren y sigan viviendo como lo hacían sus abuelos, allende los mares, en aquellos territorios de los que fueron expulsados por falta de pan, aunque justo es reconocer que muchos de esos chuscos se los llevaron los invasores, también llamados colonizadores.
Muchos besos van a hacer falta para dinamitar el monolitismo religioso que dificulta en exceso que crezcan a su sombra conceptos como el amor y la tolerancia.
La acusación tópica y gratuita en cuanto al maniqueísmo de Loach queda desmontada, una vez más, en este complejo romance. El director se limita a exponer la situación y es el espectador el que toma parte o se mantiene al margen, porque todos los personajes tienen sus razones, no solo para acertar, también para equivocarse.
Jaht
Sólo un beso fue vista por un total de 136 espectadores
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