domingo, 7 de septiembre de 2014

Relatos de Don Wayne XLIII

   "La tarde del 1 de marzo de 2003 era sábado. Como tantas veces, mi madre y Paz Fraile se habían citado a la puerta del cine para el pase de la 19:30. Nosotras llegamos con retraso, recuerdo que aparecimos a las puertas de la sala como un vendaval..."    

43.- Paz  

 Para María de los Ángeles Guinea

    Hazte a un lado, querido, permíteme entrar bajo la sábana. La cama de hotel es grande como pista de aeródromo, retocemos juntos en esta hora boba de la siesta. Abrázame por la espalda. Adoro sentir como me envuelves con esos brazos morenos como las avellanas maduras, el modo en que tus piernas se trenzan con las mías, las cálidas palmas de tus manos pegadas a mi vientre, tu erección cuando late entre mis nalgas. Hueles a rio, el aire tibio que respiras me acaricia la nuca. Descendamos al territorio de sueño, entre tanto, te iré relatando un vivo recuerdo que guardo desde niña.

    Mi madre y Paz Fraile eran amigas de la infancia. Dos camaradas que se entendían a las mil maravillas. Vivían alejadas, cada una en un extremo del pueblo. Habían sido compañeras, primero de colegio, luego de instituto. Una de esas amistades femeninas que permanecen indisolubles a lo largo de los años. Desde muy chicas adoptaron la costumbre de acudir juntas a las sesiones del Cine Juventud. Era su manera de entretener las tardes tediosas de los sábados. Siendo todavía una chiquilla, mi madre se enamoriscó de Virgilio, el “Mecha”, un jovenzuelo que trabajaba de aprendiz en Talleres Mecánicos Sandino. Fruto de aquel idilio adolescente nací yo. Nunca llegaron a casarse. Paz, con andar renqueante, trasladando de un lado para otro su aparato ortopédico, también quedó soltera. A la jubilación del padre fue ella la que tomó las riendas del comercio “TEJIDOS Y CONFECCIONES FRAILE”, un negocio de textiles que puso en marcha Don Senén en los años cuarenta y que sobrevivía a duras penas en la Avenida Queipo de Llano, hoy Paseo de la Constitución.
   La maternidad o las obligaciones de la tienda nunca fueron obstáculo para que ambas amigas se mantuviesen fieles a sus complicidades e inclinaciones cinematográficas. Siendo yo bebé me quedaba al cargo de mis abuelos maternos para que ambas amigas pudieran entregarse a intimidades y películas. Más tarde, a partir de los cuatro o cinco años, acompañaba a mi madre y a la “tita” a las sesiones de tarde que programaba el Juventud.
   La tarde del 1 de marzo de 2003 era sábado. Como tantas veces, mi madre y Paz Fraile se habían citado a la puerta del cine para el pase de las 19:30. Nosotras llegamos con retraso,  recuerdo que aparecimos a las puertas de la sala como un vendaval. Al no ver a Paz junto al chiscón que hace de taquilla, mi madre sacó las entradas y tiró de mí para adentro. Con la proyección a  punto de dar comienzo y el patio de butacas atestado de público, intentamos dar con Paz entre el sembrado de cabezas. Mi madre reconoció enseguida a su amiga en una esquina de las primeras filas. Junto a su butaca custodiaba un par de asientos libres. Sin percatarse de nuestra llegada, permanecía distraída buscando algo en las profundidades de su bolso. Llegar hasta allí no parecía tarea fácil, el pasillo estaba completamente atascado por espectadores que buscaban donde instalarse o charlaban con conocidos. Sin tiempo para quitarnos la ropa de abrigo, en un intento por hacerse ver, mamá, se irguió todo lo que pudo agitando la mano en el aire a la vez que la llamaba:
—¡Paz! ¡Paz! ¡Paz!
   Ante la sordera de la amiga fue elevando el tono de voz hasta convertirlo en un grito casi desesperado:
—¡Paz! ¡Paz! ¡Paz!
   Al momento un grupo de jóvenes que teníamos al lado se levantaron de su localidad y, alzando mucho los brazos, la secundaron a coro:
—¡Paz! ¡Paz! Paz!
   Un barbudo y su pareja que venían detrás, con el puño en alto, no dudaron en sumarse:
¡Paz! No a la Guerra! ¡Paz! ¡No a la Guerra!
   Superado el primer momento de incertidumbre todo el patio de butacas estaba en pie, los brazos en alto, las manos abiertas, unidos en una sola voz:
¡Paz! ¡Paz! ¡No a la Guerra!... Paz! ¡Paz! ¡No a la Guerra!...
   Allí estaba yo, estupefacta, aferrada con fuerza a la mano de mi madre. Sin comprender nada de lo que estaba pasando, pude asistir al tumultuoso clamor que, como un fuego de agosto, se propagaba a escala planetaria.


    A través de las impolutas cristaleras de sus despachos ministeriales, los inconscientes y mamarrachos pandilleros que nos habían conducido a una guerra tan estúpida como inútil, escuchaban la voz de contestación que se había desatado en las calles. Millones de personas recorrían las avenidas como una descarga nerviosa. Se apiñaban en las plazas en un grito unánime. A nuestros gobernantes les delataba su rostro de pasmados, comprendían muy poco de lo que estaba pasando, menos aún que aquella cría que estaba a punto de cumplir los once años.


3 comentarios:

  1. De una vez por todas: NO A LA GUERRA. Tampoco a las películas propagandísticas, las que insinúan que hay buenos, malos y justificaciones para matar. Las mejores historias sobre la guerra son las que hablan de su iniquidad: Senderos de gloria, Rey y Patria, Apocalypse Now, Johnny cogió su fusil, En la niebla...

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  2. Gerardo/Isabel11/9/14, 22:49

    Esta tarde he recibido una llamada en la que se me comunicaban noticias alentadoras.

    Proponemos que para ir ganando tiempo vayamos pensando en esta posibilidad que, naturalmente, queda abierta a posibles sugerencias y modificaciones:

    I CICLO DE CINE: CINECLUB “EL GALLINERO”/FILMOTECA DE EXTREMADURA

    “INFANCIA Y JUVENTUD EN LOS ALBORES DEL SIGLO XXI”

    Infancia y escenarios post-bélicos:
    “The Roket” (El cohete), Kim Mordaunt, Australia, 2013

    Adolescencia e identidad:
    “Joven y bonita”. François Ozon, Francia, 2013

    Adolescencia y emigración:
    “La Jaula de Oro”, Diego Quemada-Díez, México, 2013

    Juventud y convenciones sociales:
    “ Wajma”, Barmak Akram, Afganistan, 2013

    Juventud y países en conflicto:
    “Omar”, Hany Abu-Assad, Palestina/Emiratos Árabes, 2013

    Niños de la guerra:
    “Rebelle”, Kim Nguyen, Canadá, 2012

    Adolescencia y familia:
    “Mommy”, Xavier Dolan, Canadá, 2014

    ¿Lo intentamos?

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    Respuestas
    1. El Granjero13/9/14, 14:13

      Hay que ver si existen en el formato 35 mmm; si asi fuera por mí no hay ningún inconveniente. De las citadas he visto Omar y Joven y bonita, las dos me parecen interesantes.

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