lunes, 20 de octubre de 2014

Callejas de cine en Pucela (I)



Aquí me hallo, en Valladolid, en mi cuarto año completo de Seminci; ignorando el tráfico, el lechazo y la existencia de un alcalde medieval que cargado de malas intenciones, parece ser, transita esta ciudad castellana; dicen que se le reconoce porque una nube de moscas verdes le hacen de sombrero.
Y me he venido tan lejos para rencontrarme con mi infancia extremeña, con las emociones de las imágenes danzando sobre una sábana blanca en la plaza del pueblo, y para constatar que la muerte y las multinacionales no pueden con todo; que hay aromas que persisten y gente que se confabula para que siga engrasada la imaginación y la fantasía que, como siempre, acabará salvándonos de la cochambre.

Bueno, esta introducción tan metafísica, como habréis adivinado es una loa al cine y a la cultura que nos  posibilita, incluso a quienes no hemos sido aleccionados en la universidad, para tener ideas y criterios propios, equivocados o no.
Pero como supongo que lo que menos os interesa de esta primera crónica es mi incontinencia verborreica, paso a hablaros de películas que es para lo que me paga el Cineclub.

Después de los factos típicos de los festivales: alfombra roja, glamour, selfies de las autoridades con las estrellas, baño de multitudes (incluso con los cabreados obreros que amenazan a los responsables municipales con banderas de la CNT)...en fin, tras los inevitables paripés, llega lo que nos importa a quienes hemos pagado las entradas (gracias una vez más, Gallinero), el momento que se apagan las luces y comienzan a desaparecer sibilinamente aquellos que han entrado bajo los focos, haciendo publicidad de su dentista, las gentes de carísimas corbatas y gotas de perfumes destilados allende los mares, pero que curiosamente nunca tienen suelto para comprar un ticket. Pues eso que empieza la sesión y mientras ellos se dirigen al lunch, nosotros nos colocamos la servilleta para dar cuenta de la Sección Oficial de la 59 Seminci, con la glotona intención de no desperdiciar ni una migaja.



DEUX JOURS, UNE NUIT (Dos noches y un día) Hnos Dardenne (Bélgica)

Los seguidores del Cineclub recordarán a estos hiperrealistas directores/guionistas belgas porque nos trajeron dos de sus películas: El hijo (2002) y El niño de la bicicleta (2011).
En clave más social que nunca nos trasladan el drama de una trabajadora que ha de defender su puesto de trabajo intentando convencer a sus compañeros para que renuncien a una prima de mil euros que posibilitaría su readmisión.
Para mi gusto una sencilla historia en la que los hnos hacen todo un tratado de comportamiento humano y una pericia forense sobre el mundo laboral y sus implicaciones en la diaria convivencia.

MI CALIFICACIÓN: 8 sobre 10



MARIE HEURTIN (La historia de Marie Heurtin) Jean-Pierre Améris (Francia)

Buena realización e interesantes aportaciones, aunque mínimas, a un tema ya tratado con acierto en otras ocasiones: El milagro de Anna Sullivan (1962), El pequeño salvaje (1970), El enigma de Gaspar Hauser (1974)....; y donde la dificultad para establecer un lenguaje que favorezca la comunicación se convierte, además de en un servicio impagable, en una verdadera obsesión para el educador.
En este caso es una comunidad religiosa, con la hermana Marguerite a la cabeza, expertas en el idioma de los signos, quienes toman la responsabilidad de corregir uno de los mayores renglones torcidos de Dios; el mismo ser supremo que las da fuerzas y que tantas veces las hace dudar, porque como diría Marie: "¿quién es ese que no se deja tocar?".

MI CALIFICACIÓN: 6 sobre 10



DIPLOMATIE (Diplomacia)  Volker Schlöndorff (Francia/Alemania)

Hasta Valladolid ha llegado en esta 59ª edición de la Seminci un veterano del cine europeo, de mente ágil y sonrisa permanente, a presentar su última película. Volker Schlöndorff, realizador y adaptador de inolvidables películas, basadas bastantes de ellas en grandes obras literarias, como: El tambor de hojalata, La muerte de un viajante, El honor perdido de Katharina Blum, Guerra y paz, Un amor de Swann....... Especialista también en historias que tienen que ver con la Segunda Guerra Mundial y con los entornos nazis, traduce a lenguaje cinematográfico la obra teatral de Cyril Gely, que le ayuda con el guión.

Intenta el alemán, esta vez bajo bandera francesa, explicar la razón por la que París no fue dinamitada antes de la desbandada de los últimos jirones del ejército del III Reich, máxime cuando este parecía ser uno de los últimos deseos de Hitler, y cuando todo estaba preparado a la espera tan solo de la orden del gobernador militar, el general Dietrich von Choltitz.

El duelo dialéctico entre el militar prusiano y el cónsul sueco tiene la suficiente enjundia cinematográfica como para tenerte expectante hasta el final. La calidad de los dos actores protagonistas, que al parecer habían interpretado el mismo papel, al menos, 300 veces en el escenario, hacen muy creíble este episodio que, según el propio director, es verídico o estaría muy cerca de la realidad histórica-
Por otra parte, parece decirnos el señor Volker, la diplomacia hunde sus raíces en el engaño, convencida como está de que todo es mentira en este mundo, pero satisfecha también de perder el tiempo hablando antes que matando o destruyendo.

MI CALIFICACIÓN: 7 sobre 10 



WHIPLASH  Damien Chazelle (USA)

No es la primera vez que vemos a gente en el cine justificando cualquier psicótico comportamiento social en aras del triunfo y de la excelencia artística, aunque ello contribuya a la destrucción del ser humano y su entorno. Digno sería destacar loables antecedentes como: All that Jazz (Empieza el espectáculo) de Bob Fosse y Cisne Negro (Darren Aronofsky); el joven Damien Chazelle, no obstante, aporta un vigor y una espectacularidad, rayana en el exceso, pero que funciona perfectamente como amplificación de este tipo de conductas extremas.

La banda sonora, imprescindible en este tipo de género, va "in crescendo" para rematar con uno de los broches musicales más consistentes que yo haya conocido, el tema de Art Blakey: Caravan; una pieza de un baterista legendario que es un auténtico exorcismo para que el mal huya del cuerpo inmerso en sangre y sudor. Es difícil no enamorarse de alguien que ha vendido su alma al diablo, pero que lo acepta como algo irremediable y que además merece la pena.
Dicen que el joven Miles Teller, que es quien da vida a Andrew Neiman, le daba con anterioridad a las baquetas, aunque no dominaba la suerte del Jazz, tarea a la que se dedicó durante meses para trasladarnos veracidad.

Desde la Seminci 2014, y para rematar esta crónica, repetir que con Whiplash están de enhorabuena los amigos del Jazz y los amantes de sensaciones fuertes.

MI CALIFICACIÓN: 8 sobre 10 

Mañana más y no sé si mejor porque el arranque, este año, ha sido muy variado y muy interesante. Espero que a los tres o cuatro que me leen les aporte algo este precipitado repaso, que me está permitiendo, gracias al guante que me lanzó Gerardo, cumplir otra quimera infantil, ejercer de corresponsal de un periódico, también imaginario, que  pertenece a esta gran empresa de los sueños que es el Cineclub el Gallinero.



1 comentario:

  1. Gracias por estas crónicas que nos acercan a esa gran cita otoñal del cine.

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