lunes, 6 de febrero de 2017

Qué pasó, wey? Resumen de la semana y Premios Goya 2017

Incluído alegato en favor del cine


La semana pasada trajo buen pienso y buena onda. Aquí te dejamos un breviario cual consomé de ave, con todo lo que ya sabes desde que hemos empezado a servir grano selecto de autor, y un poco de lo que no te han piado. Bon apetit.

Buenrollismo y pastafarismo a la salida del templo.



Superamos V1 y rodando en pista con medio centenar de picos en el primer vuelo de la temporada. La prensa se hace eco.
Abrimos nuevo Facebook del corral.

Nos entrevistó Olga en Canal Extremadura Radio, aprovechamos para esparcir semilla al día siguiente de nuevo en Agitación y Cultura y en las noticias de mañana, mediodía y tarde. Escúchalo.

David Garrido y Filmoteca de Extremadura nos dan alas en ondas y dígitos. 

Ya revoloteamos en la cartelera de Extremadura.com.

Viento de cola con la asistencia de 63 alados en el tercer vuelo de la temporada, Ken Loach venció y convenció.

Se entregaron los Premios Goya 2017.


Un pollo de cuidado, Sebas 'el Rayo', nos hizo un repaso golfo por las nominaciones para gansos rezagados, y nos invitaba a la versión gamberra en el backstage de la gala en los GoyasGolfos.




Por si aún no te has enterado, Raúl Arévalo se llevó cuatro goyescas incluida la de mejor peli por Tarde para la ira, Bayona se zampó nueve con la de mejor dire por Un monstruo viene a verme y Emma Suárez se fue de fiesta con sobrepeso, el de los dos cabezones por mejor actriz y mejor actriz de reparto (Julieta y La próxima piel). El mejor actor, según los académicos, es Roberto Álamo por el papelón en Tarde para la ira.
Hay muchos ganadores más, pero eso ya lo buscáis vosotros, aventajados congéneres. De lo dicho y hecho, me quedo con los saludos titiriteros de Juan Diego Botto y la reflexión de Mariano Barroso, vicepresidente de la Academia:

"La taquilla no es la única referencia para medir el valor de una película. Hay otro tipo de cine que busca y abre nuevos caminos; su rentabilidad es distinta pero necesaria, es la rentabilidad de la cultura, del conocimiento y de la identidad".

Aunque no fue el único:
“La cultura tiene un poder transformador, por eso hemos de apoyarla entre todos” reflexionaba Bayona en su emotivo discurso.

La productora Beatriz Bodegas, responsable de que Tarde para la ira se elevara a los cielos tras ocho años de explotación intensiva, animaba a “hacer cine porque talento hay de sobra en este país”.

Dani Guzmán se encargó de recordar que solo un 8% de los intérpretes españoles puede vivir de su oficio, y Mariano Barroso subrayó que el cine “no vive del Estado” y que

"el Estado recaudó 28 millones de euros más de lo que gastó en el cine español"

convertiendolo en uno de los zascas de la noche y probablemente del presente ejercicio cultureta.

Y Ana Belén recogió su premio a toda una carrera y ha pidió más consideración con el séptimo arte, tan “desprestigiado por los gobernantes”.



Que el cine es cultura lo tenemos claro en esta corrala y lo tienen claro los que se dedican a ello, porque se vive desde que salimos del cascarón. Como experiencia resulta difícil de explicar a aquellos que dirigen el destino de un país sin querer escuchar, negando su propia capacidad de emocionarse y empatizar con aquello que cuenta la misma gente a quien gobiernan. Tan difícil como hacer entender que el cine, como cualquier forma de expresión artística de las inquietudes humanas, como forma de hacernos mejorar como individuos, tiene que enseñarse en las escuelas. Tomemos posiciones y empaticemos con los personajes, porque la empatía, eso de lo que tanto se habla en las escuelas de cine y teatro, es esa cosa que puede hacer que otro gallo cante en el amanecer de una sociedad. 

Llon
PD: Al menos los franceses y los cubanos esto lo tienen más claro.

Y como al final esto se está convirtiendo en un artículo en defensa del cine, aquí reproduzco la transcripción que en este blog dejaba hace unas horas el Gorila de la Niebla de un libro muy recomendable:

Los que creemos en la quimera de que el buen cine mejora al individuo y que debería ser obligatorio enseñarlo en la escuela. Las otras artes jalonan los itinerarios educativos: literatura, pintura, escultura, arquitectura y música tienen presencia escolar, generalmente mal planteada, pero presencia al fin y al cabo. El cine carece de ella. Ni en su dimensión artística ni en la lingüística, todavía más relevante. Existe un alfabeto que sirve para leer críticamente los discursos audiovisuales en cualquiera de sus manifestaciones, un lenguaje que no se enseña. A nadie sensato se le pasaría por la cabeza hurtarle a los niños el bagaje de la lectura o la escritura. Sin embargo, les dejamos huérfanos de las herramientas básicas para “leer” de verdad los textos audiovisuales que consumen a diario y en plena efervescencia de la “cultura de la imagen”. Quizás suceda por interés, por ignorancia o por una mezcla letal de ambos factores. Así nos va.

Michi Huerta, Libro de cine para regalar.

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