martes, 25 de septiembre de 2018

Película 444 # Año XVI

Happy End
27 de Septiembre/2018
Sala Avenida/Jaraíz
20:30 Horas



DIRECTOR

Michael Haneke

GUIÓN: Michael Haneke

FOTOGRAFÍA: Christian Berger 

REPARTO: Isabelle Huppert,  Jean-Louis Trintignant,  Mathieu Kassovitz,  Fantine Harduin, Toby Jones,  Franz Rogowski,  Laura Verlinden,  Aurélia Petit,  Hille Perl, Hassam Ghancy,  Nabiha Akkari,  Joud Geistlich,  Philippe du Janerand, Dominique Besnehard,  Bruno Tuchszer,  Alexandre Carriere,  Nathalie Richard, David Yelland,  Maryline Even,  Frédéric Lampir,  Jack Claudany,  Waël Sersoub, Marie-Pierre Feringue,  Maëlle Bellec,  David El Hakim,  Timothé 'Tim' Buquen

GÉNERO:   Drama / Familia

DURACIÓN: 110 Min.        PAÍS: Austria 



  SINOPSIS

Una familia burguesa que posee una empresa en Calais, al lado de los campamentos donde viven miles de refugiados.  


¿Quién es quién?

Michael Haneke (Múnich, 1942)


Director y guionista cuyo cine se caracteriza por un estilo inquietante, turbador y sombrío. En sus películas es amigo de escarbar en los problemas y contradicciones de la sociedad moderna. Es un tipo valiente, en 2002 fue uno de los primeros creadores con la osadía suficiente para encaramarse en la cubierta de El Gallinero, lo hizo con “La Pianista” (Pel. 2), hablamos de un tiempo remoto en el que el CineClub acaba de iniciar su singladura. Nos ha visitado luego con “Caché” (pel. 81),  “La Cinta Blanca” (Pel. 214) y “Amor” (pel. 305). Cabe añadir que todas han dado lugar a la controversia y la polémica. 

   
Cursó estudios de Filosofía, Psicología y Drama. Tras graduarse trabajó como crítico cinematográfico y entre 1967 y 1970, como editor y dramaturgo. Debutó como director televisivo en 1973. Desde 2002 ejerce como profesor de Dirección en la Academia de Cine de Viena. En sus clases hace especial hincapié en la dirección de actores, ya que para él es la base de la credibilidad real y emocional  de una escena.
Desde sus primeras obras ha puesto el escalofriante ojo de su cámara en los rincones más oscuros y desasosegantes de la condición humana. En un mundo que banaliza la violencia hasta hacerla pasar inadvertida. Haneke transciende el poder de la imagen y, armado de la comprensión psicológica de lo que filma, lleva al espectador a un estado de catarsis impredecible. Enfrentarte a una de sus películas es un desafío a la resistencia psicológica y un pasaporte a los mecanismos de la angustia, a la alienación y al vacío moral del mundo contemporáneo. Su rotunda visión del comportamiento psicópata quedó sellada en “Funny Games” (1997), posiblemente la película más asfixiante que se recuerda. Ha imaginado el apocalipsis en “El tiempo del lobo” (2003) y filmes como “La pianista” (2001) o “Código desconocido” (2000) no le van a la zaga en crudeza emocional. Su violencia quiere despertar a la sociedad contemporánea de su letargo. Con “Caché” (2005) realiza otro viaje a los oscuros secretos del alma humana.



Disparando sin piedad contra la sociedad europea. 

La nueva película de Haneke es difícil de definir y mucho más de catalogar. Los hay atrevidos que la llaman comedia negra; hubo quien se arriesgó todavía más al intentar promocionarla como la película de Haneke sobre el drama de los refugiados. “Happy End” es una constante auto-referencia más o menos sutil a los temas que han plagado su filmografía hasta el momento: el desenmascaramiento de la clase burguesa, la violencia implícita en el statu quo, la aproximación al dolor, la candidez contra la sociopatía… Con una magnífica técnica, Haneke confirma que, después de todos estos años, mantiene la búsqueda de la mejor versión de sí mismo. Es posible que estemos presenciando una evolución hacia un contenido mucho más íntimo, como ya se intuía en su anterior película; puede ser también que, en esta ocasión, esa mirada hacia el interior haya sido demasiado drástica y el resultado parezca un largo epitafio a una vida artística. Georges, el anciano patriarca de Happy End, es uno de los ejemplos de cómo un flujo estancado en la decadencia debe, de alguna forma, asomarse a la muerte para comprender la necesidad de su final. Dándole una vuelta más profunda a esta cuestión, puede que en el fondo el final feliz de Haneke sí que tenga esa desoladora visión de Europa que se nos prometía al principio.
 (Celia Carrió, ”El cine en la sombra”) 

Pregunta: ¿Qué contesta a los que ven en su película una vertiente testamentaria, como ya se dijo de las últimas películas de Bergman?
M. H.: Si nos referimos a Bergman, la expresión "película testamentaria" se repitió con cada una de sus últimas películas, pero no dejaba de rodar. Ya veremos si Happy End es mi última película. Dejémonos sorprender...





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