sábado, 12 de diciembre de 2020

Película 525 # Año XVIII

 Cuando Fuimos Brujas

(The Juniper Tree)

Miércoles 16 de Diciembre/2020

Sala Avenida/Jaraíz

20:30 Horas 


DIRECTORA
 
Nietzchka Keene
 
GUIÓN: Nietzchka Keene  
 
MÚSICA: Larry Lipkis
 
FOTOGRAFÍA: Randolph Sellars
 
REPARTO: Björk, Bryndis Petra Bragadóttir, Valdimar Örn Flygenring, Geirlaug Sunna Þormar, Gudrun Gildottir
 
GÉNERO: Drama. Fantástico | Brujería. Edad Media 
 
DURACIÓN: 78 Min.
 
PAÍS: Islandia 
 
 

SINOPSIS

A finales de la Edad Media, la joven Margit (Björk) y su hermana mayor Katla huyen a las montañas después de la muerte de su madre, quemada por brujería. Ambas encuentran refugio con Jóhann, un viudo que vive con su hijo pequeño Jónas. Mientras Katla trata de seducir al campesino, Margit y Jónas se hacen buenos amigos. Pero el pequeño está convencido de que Katla es una bruja y la odia profundamente.
 
 

¿Quién es quién?

Cuando fuimos brujas es el título impuesto desde el estreno en Francia —y ahora en España— de la primera película dirigida, escrita, coproducida y montada por la norteamericana Nietzchka Keene. Su corta filmografía se completa con el telefilme Heroine of hell y Barefoot to Jerusalem, terminada en 2008, cuatro años después de la  muerte de la cineasta. Estos son datos extraídos del dossier de prensa, puesto que hasta hace poco, la realidad es que había un profundo desconocimiento acerca de Keene, sumado al olvido tras el pase fugaz de Cuando fuimos brujas en el Festival de Sundance del 1991. El film, rodado en Islandia desde finales de los años ochenta hasta 1990, adapta el cuento El árbol de enebro, relato recopilado en las antologías de los hermanos Grimm. El método de traslado a la pantalla es la inspiración en el texto que respeta el argumento principal y básico, al tiempo que transforma los personajes, sus motivaciones y la estructura lineal de la narración oral y literaria, enriquecida por un juego de ensoñaciones, recuerdos o interludios poéticos que amplifican la fuerza del metraje cinematográfico. A pesar de los cambios en el terreno audiovisual, el largometraje gana interés por su breve duración que ronda los ochenta minutos, condensando el espíritu del cuento adaptado sin perder fuerza en su traslación al celuloide.

La fotografía en blanco y negro registrada por Randolph Sellars logra una expresividad que no caduca, casi treinta años después del rodaje. El aspecto invernal, melancólico, reforzado por el contraste del sol en los escenarios rocosos que perfilan la grandeza de las montañas o el mar embravecido que limita como frontera el poblado. Los tonos grises y penumbrosos del agua, en el río que atraviesa la zona, un caudal siempre turbio y peligroso, capaz de ocultar cuerpos inertes de personas y animales. El tiempo de la historia parece un período lejano de la Edad Media a tenor del vestuario austero, cosido a mano por los personajes, al igual que la iluminación artificial mediante velas en los interiores domésticos de chozas antiguas, edificadas entre peñascos y las faldas del monte. Esta textura visual puede ser tomada como un homenaje a obras de Ingmar Bergman como El manantial de la doncella o El séptimo sello, pero la profundidad filosófica del autor sueco no tiene reflejo en una aproximación más psicológica en el tratamiento de los personajes de las hermanas.

Cuando fuimos brujas permanece como una película única, con la entidad suficiente para no dejarse influir por las referencias atribuidas al ya mencionado Bergman u otros cineastas de lo reflexivo como Dreyer. Tal vez se podría emparejar a una producción posterior, El secreto de la isla de las focas de John Sayles que demuestra más sintonía con la propuesta. También se recordará el film por ser el primer papel en el cine de Björk, convincente en la inocencia y magia de su personaje, muy bien integrada junto al resto del reparto. Por descontado lo que queda es una gran adaptación de la esencia del cuento tradicional centroeuropeo, elemental y terrorífico a la vez. Violento y poético como los versos que inician «Miércoles de ceniza», el poema de TS Elliot que inspira también el largometraje:

«Bajo un árbol de enebro, cantaban esparcidos

los huesos relucientes»

             (Texto recogido de Pablo Vázquez Pérez- Cinemaldito


Y me parece a mi

Ser cuervo para ser libre

En la época de la inmediatez, del date prisa que lo nuevo caduca en un pestañeo, nos llega una película hecha a fuego lento; que ha recorrido más de treinta años para estar entre nosotros, cuando ya ni siquiera está la mujer que la dió vida.
Obra de fotografía hipnotizadora que nos traslada al grisáceo medievo, que parece no poderse contar de forma real si no es con la gama de colores del blanco y el negro.
Desde su título, y posterior planteamiento, Nietzchka Keene reivindica el justo protagonismo, birlado también a la mujer en aquella época feudal, cuando las féminas eran fácil pasto de las llamas por venir forradas con esa envoltura pecaminosa que deslumbraba y confundía a los "santos inquisidores".
Cuando las cosas no van bien, hay hambre, enfermedades o guerras alguien ha de resultar culpable; qué mejor que cargar el muerto sobre los más débiles, los más pobres, los más indefensos... ¡Alguien ha de sacrificarse!, diría el prelado poniendo un ojo en el cielo y el otro sobre la hembra más próxima.

El cuento de los Grimm es la excusa de la cineasta para que las hermanas ocupen el espacio que las corresponde en unos días en que solo eran visibles cuando eran torturadas o quemadas.
Las supersticiones, enlodadas con la religión, el miedo y el afán de supervivencia son los resortes que articulan la vida de los personajes. Solo se huye mínimamente con el sexo y la imaginación; y de forma más efectiva con la locura o la muerte.
Jaht





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