miércoles, 15 de abril de 2009

Película #175


El Truco del Manco
16 y 17 de Abril
Sala Avenida - Jaraíz
21:30 hrs



Director: Santiago A. Zannou
Intérpretes: Juan Manuel Montilla "El Langui", Ovono Candela, Javier Iglesias, Elio Toffana, Mala Rodríguez
Título en VO: El truco del manco
País: España
Año: 2008
Fecha de estreno: 16-01-2009
Duración: 87 min.
Género: Drama
Color o en B/N: Color
Guion: Iván Morales, Santiago A. Zannou
Montaje: Jaume Martí
Fotografía: Albert Pascual
Música: Woulfrank Zannou




Sinopsis argumental
Pese a que les unen pocas cosas, el Cuajo (Juan Manuel Montilla Langui) y Adolfo (Ovono Candela) son amigos íntimos. Uno sufre una parálisis cerebral que le impide moverse con facilidad. El otro intenta superar su adicción a las drogas. Ambos quieren tirar adelante pese a los obstáculos de la vida. Levantar un estudio de sonido será su modo de superarlos.





Alpiste
Cine desde las entrañas

Santiago A. Zannou irrumpe en el cine español como un huracán con su opera prima, una historia de amistad y superación que protagonizan el Langui, líder del grupo La Excepción, y Ovono Candela. Zannou y Luis de Val, el productor, nos hablan de un film radical y auténtico.

El principio de una hermosa amistad
La de una película rompedora, arriesgada y vital con el cine español. Santi es un director que puede dar mucho que hablar, que hace un cine muy europeo, que cuenta una historia impactante que sale de las entrañas. Las palabras de Luis de Val, productor de El Truco del Manco, podrían sonar a venta de producto, pero la visceralidad y lo atípico de la opera prima de Santiago A. Zannou le dan la razón. Y es que este relato de superación y amistad es no solo un soplo de aire fresco sino también un puñetazo a los tópicos del cine social. Enmarcado en los barrios más marginales de Barcelona, el film sigue la peripecia de dos perdedores que se resisten a serlo. Una historia contundente, pero optimista: Sí, lo es, afirma Zannou. La vida es dura: a veces tienes que subir o bajar varias veces la montaña, pero no hay que dejar de intentarlo. Lo que quería decir con mi peli es que no por luchar como un cabrón y por currártelo a muerte eso es igual a éxito. Pero sí a satisfacción personal.



“A mí no me digas que no se puede”
Es el lema del protagonista, el Cuajo, un tipo que tiene muchísimo que ver con el actor que le da vida. El proyecto en sí nace en la época en que Juanmita (Langui) grababa su primer disco en el estudio de mi hermano. Conocí a un tío con una fuerza y una energía impresionantes, y pensé que ahí había un personaje. Como su creación, el Cuajo, el Langui sufre una minusvalía física que, cuenta Zannou, ha superado gracias a su arte y a su música. Yo se lo he recordado y él ha sacado una rabia y un poder tremendos. Para plantear secuencias como las que aparecen en el film (que se abre con el actor metiéndose en la bañera: Esa secuencia es pura realidad, no está interpretada, aclara el cineasta) hay que tener muchísimo cuidado, ser muy sincero y, sobre todo, no hacer morbo. Así es la vida de alguien con una parálisis cerebral que le genera una minusvalía física. Había que ser honesto, la película va de las dificultades que tiene el superar barreras y eso había que decirlo con una imagen. Máxima eficacia, máxima sinceridad.



Negros, yonquis, látigos y hip hop
Esa verdad en lo que cuenta Zannou iba más allá: Reflejar lo que hay en el estrato social que mostrábamos no debía quedarse solo en la historia, debía llegar también a la intrahistoria. Es por ello que el director contó con actores no profesionales, algunos negros, otros árabes, otros gitanos. Esta sociedad necesita generar referentes para ayudar a las minorías a tirar adelante, dice. Y también contó con drogadictos para hacer de drogadictos (pinchazos incluidos: Y no se pinchaban caballo porque no me dejó el productor, apunta el director). Era condición sinequanon, que los yonquis fueran yonquis. Son gente con muchísima verdad: un tío sin un puto duro que con triquiñuelas consigue su dosis... ese tiene talento, tiene vida. Para hablar de yonquis había que acercarse a ellos. Y me han dado una lección vital.



Vamos a ponernos serios, dice constantemente Santiago Zannou. Es el primer director negro del cine español y, probablemente, el más intransigente cuando de trabajo se trata: Hay que dedicarle miles de horas. He sido directo, con el látigo y una disciplina férrea. Los actores curraban 13 horas diarias: 11 de ensayos, eso era impepinable, y dos viendo una película. Les puse Cowboy de medianoche (John Schlesinger, 1969), Mi pie izquierdo (Jim Sheridan, 1989)... Les daba referentes. Así que sí, ellos están muy bien. Pero además había un curro detrás… Luis de Val ahonda en ello: Santi tiene un espíritu de trabajo bestial, y les ha contagiado, les ha llevado donde ha querido.

"Esta película va de superar barreras.
No por luchar como un cabrón y por currártelo a muerte eso es igual a éxito"


Santiago A. Zannou

Ovono Candela es el otro gran descubrimiento de la cinta. Zannou le conocía desde niño (nuestros hermanos eran íntimos amigos) y lo define como actor de talento, fuerza y con una mochila enorme de vivencias. Es la media naranja del Langui, y la química se nota porque la amistad se reprodujo en realidad (les hice estar juntos todos los días, tres meses, recuerda el director, orgulloso). ¿Y el hip hop como motor del film? Esa música es denuncia, reflexiona Zannou, que da un breve rol a Mala Rodríguez. Es la mejor base para personajes que reivindican, que gritan desde el extrarradio para que les escuchen en el centro. Es la calle, la lucha...
Àlex Montoya - Fotogramas- 12/01/2009


El realismo y sus postizos

Desde que, a finales de los cincuenta, el Carlos Saura de Los chicos (1959) rompió con la tradición redentorista que el cine español aplicaba con católica constancia a los retratos de la marginalidad, otros han sido los peligros que han condicionado la objetividad de la mirada sobre tales asuntos: el sensacionalismo y, algo mucho peor, la condescendencia del cineasta pijo que practica una suerte de turismo social cuando viaja con su cámara al extrarradio o al barrio de chabolas para retratar unas precariedades que ni comparte, ni comprende, pero, indefectiblemente, magnifica.

(...) Zannou no logra esquivar el primer peligro: (...) El truco del manco, pese a sus buenos propósitos, sigue delatando las debilidades del cine español en el manejo del realismo y, si bien no llega a incurrir en ese tremendismo tan común, su necesidad de integrar elementos dramáticos atravesados de denuncia acaba acercando la propuesta a los límites de lo sensacionalista.
"Las hostias del filme son auténticas", argumentaba Zannou en una entrevista publicada en una revista cinematográfica, subrayando que uno de sus actores se quedó KO en escena tras recibir un golpe sin trampa ni cartón durante el rodaje. Quizás alguien tendría que decirle a Zannou que el realismo no pasa necesariamente por las lesiones en accidente laboral: el realismo pasa, en todo caso, por el despojamiento de toda impostura, de todo discurso o moraleja apriorísticos, por algo, en suma, tan complicado como el hallazgo de una estrategia para aislar una ilusión de veracidad mediante algo tan artificioso como es la construcción de una ficción cinematográfica. Y eso El truco del manco, lamentablemente, no lo consigue: bastan muy pocos minutos para que el espectador, quizá con una legítima desconfianza pos-Kronen o pos-Barrio, se huela que las trayectorias de estos dos perdedores, empeñados en salir del hoyo, se verán condicionadas por el peso de un fátum que se cierne como una losa sobre esos desvíos de la rectitud -las adicciones, los trapicheos con los villanos de la función, el alcoholismo de un padre, la mala cabeza de un hermano- que Zannou contempla como único camino hacia el final feliz.
El truco del manco tiene su principal arma en El Langui, cuyo personaje -un hip-hopero capaz de superar todo obstáculo que la naturaleza haya puesto en su camino y de formular una contundente frase insignia: "A mí no me digas que no se puede"- tiene mucho que ver con él mismo. Es una lástima que, pese a su fuerza natural, sus diálogos acaben sonando un poco postizos.
Jordi Costa -El País 16/01/2009


Estilos de canto

"Una de esas obras que rezuman sinceridad, en la que no aparece nadie que no lo merezca realmente y con un tipo que pasa por la pantalla mirándote a los ojos y diciéndote: Sí, ¿qué pasa?"
E. Rodríguez Marchante - Diario ABC

"Si bien no incurre en tremendismos, se acerca a los límites de lo sensacionalista. (...) Tiene su principal arma en El Langui (...) Es una lástima que, pese a su fuerza natural, sus diálogos acaben sonando un poco postizos."
Jordi Costa - Diario El País

"Una historia dura, hecha sin concesión alguna a la platea (...) nada sobra, todo está donde tiene que estar, los actores dan cuenta de un sobrio naturalismo."
Mirito Torreiro - Fotogramas

CACAREOS

JUAN

No tenía nada. Nada necesitaba. La camisa blanca, sencilla, sólo ribeteada por un detalle de ganchillo en mangas y cuello. Su madre había querido distinguirlo; y a fe que lo había conseguido. Aquél detalle iluminaba toda su persona: deslumbrando y ocultando; haciendo invisibles los zurcidos en los pantalones heredados de su progenitor, al que no había conocido.
Su primer baile: parecía descalzo, flotando sobre aquellas chirriantes y brillantes abarcas ensebadas. Las mozas olían sus feromonas y olvidaban su pobreza. Juan era fuerte, limpio y merecedor de una buena muchacha. En Marzo había cumplido los 18 y llevaba tiempo arropándose en las frías noches con miradas cálidas de mujeres en flor, o florecidas. Quería compañía, pero ni siquiera era imprescindible que fuera física, se conformaba con un risueño parpadeo, con un invisible arrumaco, con un suspiro imperceptible, con un roce aéreo……con la esencia del amor. Los que asistieron a aquel baile recuerdan que Juan recaudó a lo largo de la noche gran cantidad de estas etéreas manifestaciones.
Murió feliz, sin enterarse, sin tener que despedirse de Lucía, su madre, la mujer que le esperaba despierta. Alguien, celoso de su éxito, carcomido por la envidia, herido de anonimato, borracho de amargura…. hizo una rúbrica con su navaja sobre el pecho blanco del joven, argumentando una invasión amorosa; como si el amor pudiera salvaguardarse con hierro y fortalezas. La sangre tiñó el ribete de su manga derecha cuando intentó restañar su corazón partido.

Jaht




Picoteando en corral ajeno

2 comentarios:

  1. Al margen de otras consideraciones artísticas, esta primera película de Santiago Zannou desprende autenticidad y realidad por los cuatro costados. Podría ser uno más de los madriles que viven dentro de Madrid o un barrio invisible de Barcelona. Personajes con los que nos encontramos todos los días y a quienes miramos, muchas veces con recelo, son los protagonistas. El día a día de los desheredados, de los supervivientes, de los mafiosillos, de los gitanos del mercadillo y sobre todos la vida heroica del "Cuajo", un ejemplo de superación y profunda amistad.
    "El Cuajo", vecino de una barriada marginal de una gran ciudad, con serios problemas de movilidad por una parálisis cerebral (falta de oxigeno en el momento de su nacimiento) no se resigna a ser un perdedor y lucha por cambiar su suerte, y la de su mejor amigo, poniendo en marcha un estudio de grabaciones musicales especializado en hip-hop.
    ¡Si quieres, puedes! le grita Kike a su amigo Adolfo desde la confianza que da superar todos los días cientos de barreras. Y no importa las veces que caigas si sigues teniendo fuerzas para levantarte.

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  2. Jaime Pichot21/4/09, 22:57

    Y me he dicho, entrando desde Valencia, aquí pongo un huevo. Una de las muchas facetas mágicas de Internet. Gracias por hacerme un sitio en el nidal. Yo también he visto esta película y me parece que merece mucho la pena, sobre todo en estos tiempos con tanta información en que sabemos lo que pasa en una barriada de Australia y desconocemos qué está pasando en nuestra calle. Saludos, otro día pondré otro huevo.

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