domingo, 16 de septiembre de 2018

Película 443 / Año XVI

Filmoteca de Extremadura
Programación de cine itinerante por  núcleos rurales extremeños en colaboración con 
CineClub "El Gallinero"

Invitación de boda
20 de Septiembre/2018
Sala Avenida/Jaraíz
201:30 Horas



DIRECTOR 

Annemerie Jacir

GUIÓN: Annemerie Jacir

FOTOGRAFÍA: Antoine Heberlé

REPARTO: Claes  Saleh Bakri, Mohammed Bakri, Maria Zreik

GÉNERO:   Comedia. Drama | Comedia negra 

DURACIÓN: 90 Min.

PAÍS: Palestina     AÑO:  2017

GÉNERO: Drama / Road movie




SINOPSIS

Abu Shadi, de 60 años, vive en Nazareth, y es padre divorciado y profesor de escuela. Su hija se va a casar y Abu tiene que vivir solo hasta que su hijo, un arquitecto que vive en Roma desde hace muchos años, llegue para ayudarlo con la preparación de la boda. Como exige la tradición palestina local, tienen que entregar la invitación a cada invitado personalmente. Mientras padre e hijo, apenas unos desconocidos, pasan unos días juntos, su frágil relación se verá puesta a prueba.


¿Quién es quién?

Annemarie Jacir (Belén, 1974)

Nacida en el seno de una de las más antiguas familias árabes cristianas de Belén, en Cisjordania, su familia se arruinó en la crisis de los años 1930, y su padre se crio en un ambiente modesto. Trabajó para la UNRWA, la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo, y emigró con su familia a Riad, en Arabia Saudí. Cuando Annemarie tenía 16 años, sus padres la mandaron a un instituto femenino privado de Dallas, en los Estados Unidos, para luego cursar estudios universitarios en California. Se trasladó luego a Nueva York para estudiar cine en la Universidad de Columbia. Regresó a Palestina tras finalizar sus estudios.
Ha trabajado en el cine independiente desde 1994 y ha escrito, dirigido y producido varias películas ganadoras de premios como “Hasta cuándo”, “Algunas migajas para los pájaros” o “Una Historia post-Oslo”. Fue escogida una de las 25 personas más importantes en el cine independiente por la revista Filmmaker magazine. 

Su cortometraje, "Todo son impedimentos" (2003), considerada una de las diez mejores películas de 2003,  fue el primer cortometraje en ser escogido para competir en el Festival Internacional de Cine de Cannes y ha ganado en diversas competiciones internacionales más de 15 premios. La película trata de una ficción cinematográfica que con ironía pone en duda la obstáculos interpuestos por la ocupación Israelí al paso de un equipo de rodaje.

En 2007, Jacir realizó el primer largometraje rodado por una directora palestina, “La sal de este mar”, la historia de una refugiada que vuelve a su país. La película, lanzada en 2008, fue la película que presentó la Autoridad Palestina a los Oscar de ese año como candidata a Mejor película de habla no inglesa.​ Su siguiente película, “Al verte” (2012), también fue la propuesta de Palestina para la edición de 2013 de los Oscar y fue premiada con el premio NETPAC (Network for the Promotion of Asian Cinema) en el Festival de Cine de Berlín​ y el premio a la Mejor Película Árabe en el Festival de Cine de Abu Dabi 2012.​

Las obras poéticas de Annemarie Jacir, así como sus relatos, han sido publicados en numerosas publicaciones literarias y antologías de habla inglesa y en La poesía de la mujer inglesa y ha leído junto al poeta Amiri Baraka. Ha ganado varios premios de escritura de guiones y fue finalista del Grand Prix du Meilleur Scénariste de París en 2007 por el guion de La sal de este mar.7​

Es cofundadora de la productora Philistine Films, dedicada a películas relacionadas con el mundo árabe, y del proyecto «Dreams of a Nation» para la conservación y la promoción del cine palestino.​

Reside en Amán, Jordania, después de que en 2008 las autoridades israelíes le prohibieran entrar en Cisjordania y volver a su hogar.​ 


Largo viaje sin salir de casa

Nazaret, la ciudad de Israel con mayor población árabe, es el escenario perfecto para una película de carretera en la que los personajes avanzan en lo moral mientras no dejan de dar vueltas en lo físico. Los conflictos internos, de familia, entre un padre y un hijo que reparten invitaciones de boda, entregadas en mano, sin mediación, como manda la tradición palestina, ejercen de metonimia ideal de los conflictos externos, los que surgen entre las diferentes tradiciones de la ciudad, en lo político, en lo religioso, en lo social.
En su tercer largometraje, Annemarie Jacir, palestina de Belén, ha compuesto una road movie clásica en la que no es necesario salir de la ciudad para que se cumplan sus esencias. Como mandan los cánones del subgénero, cada encuentro, cada visita a amigos y familiares, muestra una microhistoria personal, un modelo de relación entre iguales y entre diferentes, un prototipo de los conflictivos vínculos en una ciudad diversa, trascendiendo de este modo desde lo particular hasta lo universal.
Jacir, que ha dado un gran salto de calidad desde su ópera prima, “La sal de este mar” (2008), también estrenada en España, logra una película fascinante ambientada durante buena parte de su metraje en el interior de un coche. Un reducto donde padre e hijo reflexionan sobre la oportunidad de marcharse y la necesidad de quedarse en una ciudad que nunca los acogió, pero que también es suya. Tradición y modernidad, en continua pugna, aunque entrelazadas como los dedos de dos personas que se aman, que saben mirarse a los ojos y comprender lo que hay dentro. Una fuerza del cariño comandada por dos actores excelentes, Mohammad y Saleh Bakri, padre e hijo en la vida real, forjadores de una bella calma entre el nervio de una ciudad (im)posible.
Sin las desorientaciones de verosimilitud de La sal de este mar, historia de amor que ya se centraba en el mismo subtexto —la colisión entre el que aspira a respirar fuera del conflicto-palestino israelí y el que aún cree que se pueden cambiar las cosas desde dentro—, Invitación de boda, drama con apuntes de comedia premiado en Locarno y Mar del Plata, es una de esas películas para vivir, aprender y soñar. De apariencia sencilla y mensaje complejo, que se escucha y se huele, y que se mantiene firme sobre una línea de corte humanista, tan necesaria en estos tiempos de constante desequilibrio.

(Javier Ocaña: El País)





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