domingo, 11 de abril de 2021

Película 543 # Año XVIII

Filmoteca de Extremadura
Programación de cine itinerante por  núcleos rurales extremeños en colaboración con 
CineClub "El Gallinero"


 Una Gran Mujer

[Dylda (Larguirucha)]

(Beanpole)

Miércoles 14 de Abril/2021

Sala Avenida/Jaraíz

20:00 Horas



DIRECTOR

Kantemir Balagov

GUIÓN:  Kantemir Balagov, Aleksandr Terekhov

MÚSICA:  Evgueni Galperine

FOTOGRAFÍA: Kseniya Sereda

REPARTO: Viktoria Miroshnichenko, Vasilisa Perelygina, Konstantin Balakirev, Andrey Bykov, Olga Dragunova, Timofey Glazkov

GÉNERO: Drama | II Guerra Mundial. Drama social 

DURACIÓN: 130 Min.

PAÍS: Rusia 



SINOPSIS

Leningrado, 1945. La Segunda Guerra Mundial ha devastado la ciudad y derruido sus edificios, dejando a sus ciudadanos en la miseria tanto a nivel físico como psíquico. El asedio, uno de los peores de la Historia, ha terminado, pero la vida y la muerte continúan combatiendo en el desastre que la guerra deja tras de sí. Dos mujeres jóvenes, Iya y Masha, tratan de encontrar un sentido a sus vidas para reunir fuerzas de cara a reconstruir la ciudad. 

 

¿Quién es quién?

Kantemir Balagov nació en la actual localidad rusa de Nálchik en 1991, en el seno de una familia sin relaciones con el cine. Su madre es una profesora de química y biología y su padre es un empresario local. 

A los 23 años decidió abandonar los estudios y solicitar una plaza en el taller de cine de la Universidad de Kabardino-Balkaria dirigido por Aleksandr Sokúrov


 

En 2017, Balagov dirigió su primer largometraje, Demasiado cerca (Tesnotá), que figuró en el programa de la sección Un Certain Regard en el Festival de Cannes, donde recibió el premio FIPRESCI de la crítica internacional.​ También en 2017, el filme fue galardonado con el premio GQ Rusia en la categoría de Descubrimiento del año.

 En 2019, Balágov recibió nuevamente el premio FIPRESCI, así como el premio a Mejor Director, por su segundo largometraje, Una gran mujer (Dylda), que también se presentó en la sección Un Certain Regard del Festival de Cannes.

La cámara de Balágov es cercana y se mueve compulsivamente, como la de los hermanos Dardenne o la del húngaro Lászlo Nemes.​ Esta cámara se adentra, junto a los personajes, en espacios claustrofóbicos, como exteriorización del aislamiento que los personajes experimentan. Espacios dominados por un rojo, un verde y un dorado que componen cuadros de gran intensidad expresiva y, que "crean una atmósfera de excepción, que no acaba por ser purificadora ni terrible sino tensa e incómoda, recordando algunas películas del realizador polaco Krzysztof Kieślowski",​ como ocurría en el filme La doble vida de Verónica de este último director.

Esta, además, se trata de una película que se opone al discurso histórico predominante en la Rusia de Putin, posicionándose en contra de "un oficialismo empeñado en blanquear los horrores de la Historia". Una Historia en la que las "victorias" bélicas (estandarte de la masculinidad)​ únicamente son victoria de unos valores que tan solo conllevan a la derrota. Derrota de un pueblo que experimentará secuelas incurables, que tratará de negar o justificar indebidamente.​

No extraña que Una gran mujer fuese producida por Alexander Rodnyansky, el productor detrás de otras obras profundamente críticas con el "nacionalismo atroz" presente en Rusia y del que habla Balágov,​ como Elena (2011), Leviatán (2014) y Sin amor (2017), todas ellas dirigidas por el aclamado cineasta ruso Andréi Zviáguintsev.

 

 



Y me parece a mi

La inocencia es el postre de los injustos guerreros

"Una gran mujer", que imagino (pero no comparto), aquí no se tituló "larguirucha" por cuestiones de marketing comercial, es una de esas patadas en el estómago que casi nunca reciben quienes deberían ser receptores de una descarga de realidad tan brutal.
Los que justifican las guerras, encuentran positividad en los conflictos y los consideran inevitables e incluso plenos de futuras oportunidades, aunque para aportar su dosis de corrección política, reconozcan molestos e indeseables efectos secundarios, deberían estar en el lugar de las víctimas, no digo empatizar con ellas porque este es un eslabón defectuoso, cuando no inexistente, en su ADN. Allí, de cuerpo presente. Ser un guiñapo, resultar herido y torturado, violado, pisoteado física y anímicamente... Y después, ¡quién sabe! si seguirían firmando ataques, exilios, cercos o bombardeos.

Esta segunda película de Kantemir Balagov duele, sobre todo porque sitúa la acción en la terrible cotidianeidad del ¿y ahora qué? ¿Qué pasa con los niños, los ancianos, los mutilados, las mujeres vilipendiadas, el pueblo asediado por hambre y enfermedad...? ¿Dónde están los grandes hombres de la Patria: políticos, generales, banqueros, aristócratas...? ¿Esto es la victoria?
 
spoiler:
 
El virtuosismo del director, la interpretación de los personajes de Iya y Masha y la impresionante fotografía (cada plano es un cuadro), son parte importante en esta crónica de posguerra en Leningrado; pero una vez más es la descorazonadora certeza de que no seremos capaces de cambiar nada, de que ya no hay solución, la auténtica protagonista de un episodio que, como las mejores pesadillas parece "prolongarse hasta el infinito", que diría Boyero. Y esa sensación que a él parece asfixiiarle a mi me resulta vivificador. Después de todo, el dolor es un síntoma que anuncia la continuación de la existencia.
Jaht

 


 

 

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