jueves, 16 de noviembre de 2006

Película 88 # Año 4


Un Franco, Catorce Pesetas
16 y 17 de Noviembre (2006)
Sala Avenida -Jaraíz-
21:00 Horas


DIRECTOR

Carlos Iglesias

GUIÓN: Carlos Iglesias

MÚSICA: Mario de Benito

FOTOGRAFÍA: Tote Trenas

REPARTO: Carlos Iglesias, Javier Gutiérrez, Nieve de Medina, Isabel Blanco, Iván Martín, Tim Frederick, Eloisa Vargas, Aldo Sebastianelli, Ángela del Salto, Isabelle Stoffel 

GÉNERO:      Drama. Comedia | Comedia dramática. Inmigración. Basado en hechos reales. Años 60 

DURACIÓN: 105 Min.    PAÍS: España 



SINOPSIS

España 1960. Es el inicio del desarrollo español. La industria se reajusta, y muchos obreros son despedidos. Martín es uno de ellos. Vive con su mujer, Pilar, y su hijo, Pablo, de cinco años, compartiendo el sótano de sus padres, porteros de la finca. La situación provoca que, con el impulso de Marcos, amigo de Martín, decidan emigrar a Suiza, aunque sin contrato de trabajo y haciéndose pasar por turistas en la aduana. Pilar y Pablo se marchan un año después, uniéndose a Martín en una vida muy diferente a la que dejan detrás. El pequeño Pablo se enfrentará a cambios drásticos en poco tiempo: ver marchar a su padre, cambiar también él de país, crecer en un entorno diferente, aprender otro idioma… Sin embargo, allí tendrán una vida tan feliz y cómoda que lo duro será volver a España. 


¿Quién es quién?
 
Carlos Iglesias Serrano (Madrid, 15 de julio de 1955) es un actor, director de cine y guionista español.

Sus padres emigraron de Quintanar de la Orden, Toledo hasta Suiza, donde Carlos vivió hasta los 13 años. A dicha edad se trasladó a Madrid y Alicante.

Se convirtió en actor tras sustituir a un compañero enfermo en un grupo de teatro independiente, por lo que acabó estudiando en la Real Escuela Superior de Arte Dramático (RESAD).

Aunque se dio a conocer en Esta noche cruzamos el Mississippi (Telecinco) —donde interpretaba a Pepelu—, después, interpretó el papel que le ha reportado más fama, el de Benito Lopera Perrote, «introductor del gotelé en este país» —España— en la serie de comedia española Manos a la obra (Antena 3), serie que llegó a cosechar datos de audiencia superiores a los seis millones de espectadores. 

Javier Gutiérrez Álvarez (Luanco, Asturias, 17 de enero de 1971) con un año se mudó con su familia a Ferrol (Galicia). Su padre falleció siendo muy niño y quedó al cuidado de su madre y sus dos hermanas. Estudió en el colegio La Salle en el barrio de Caranza. Allí tendría su primera relación de carácter testimonial con el teatro, al participar en pequeñas representaciones escolares. En el instituto, formó parte de un grupo de teatro dirigido por el actor argentino Roberto Leal. En Ferrol, también asistió a sus primeras representaciones en el teatro Jofre, de las que el actor recuerda las interpretaciones de Gemma Cuervo y de Rafaela Aparicio en Mala yerba. 
A los 19 años, se trasladó a Madrid para estudiar interpretación, en la Escuela de Arte Teatral de Ángel Gutiérrez.​

Su trayectoria teatral dio un paso adelante en 2000, cuando empezó a trabajar con el grupo Animalario en el montaje El fin de los sueños, con Andrés Lima. Desde entonces ha participado en múltiples producciones de esta compañía y películas de algunos de sus colaboradores más habituales como Juan Cavestany y David Serrano de la Peña.

Su debut en el cine se produjo en El otro lado de la cama en 2002 y también ha participado en algunas de las películas de éxito del cine español, como El asombroso mundo de Borjamari y Pocholo, Días de fútbol y Torrente 3. 
 
 
Y me parece a mi

Siempre: Partir es morir un poco

Fueron justo los años, en que transcurren los hechos de "Un franco, 14 pesetas", cuando mi padre, a cuya memoria dedico esta crónica, escapó hacia Holanda huyendo de las tierras del señorito, de la explotación y la miseria con una maleta semi-vacía de cartón duro. Un florín, de los de entonces, rondaba las diez pesetas (llegaría a situar su cambio cerca de las 80, antes de la llegada del euro), y para un hombre de la montaña y el campo extremeños, la ciudad central de Philips (Eindhoven), se encontraba al final de un largo viaje interplanetario.
Mi padre, como el Martín de Carlos Iglesias, solo buscaba dignidad; para él y, sobre todo para un par de churumbeles (cinco años el mayor) y una "viudita" a los que solo abrazaría, durante un tiempo, dos o tres semanas del año.
Sí, fueron fechas en que la patria se nutrió de turistas y nóminas de los desterrados. Los pobres, como ahora, no eran conscientes de lo importantes que eran ni de como se repartían sus sacrificios los diseñadores de economías y regímenes políticos.

Todo lo que aparece en esta película, más que creíble, es milimétricamente cierto. Doy fe, ya que soy deudor y víctima de aquella ola que vació pueblos; muchos de ellos, por cierto, reciben ahora, a pedradas, a los emigrantes del siglo XXI, que piden lo mismo que nuestros antecesores: pan y rosas.
Es verdad que la mayoría de países europeos recibieron a los nuestros con simpatía, aunque solo fuera por el hecho, nada despreciable, de que iban a desarrollar los trabajos que a ellos ya les resultaban penosos. Pero para los españoles, acostumbrados a las jornadas de sol a sol y a los salarios alimenticios (chusco de pan y escudilla de aceite), aquello era un paraíso laboral.

Curiosamente los "desertores del arado", aprendices de taller, obreros sin cualificación, rebeldes con causa y resistentes de la dictadura, encontraron más allá de nuestras fronteras, salvo excepciones, cualidades desconocidas e inolvidables: la comprensión, e incluso el afecto; mientras sus nietos, "la generación más preparada de la historia", está siendo objeto del abuso, el engaño y el pillaje de los buitres especuladores, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras; aunque hemos de sentirnos ufanos por pertenecer a la crema del nuevo orden globalizado.

Martín, Marcos, Pilar y Pablo éramos quienes ahora miramos atónitos la deshumanización, o nos hemos muerto sin haber conseguido, a pesar de los esfuerzos, un mundo mejor.

El caprichoso destino quiso que el patriarca de mi propia historia, al que dedico estas emocionadas letras, aparezca fotografiado en los créditos finales de la cinta de Carlos Iglesias. Es el joven con gafas oscuras y sombrero que posa, en blanco y negro, al lado de un vehículo de la época; una licencia que se tomaban quienes ni siquiera poseían una bicicleta, para deslumbrar a quienes quedaron en las aldeas rebosantes de cuadrúpedos; allá en recónditos lugares, entre los Pirineos y África.
Jaht


Tal como éramos



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